Sigo releyendo y disfrutando algunas secciones de Las Reglas del Emperador, de Chinghua Tang.
Este libro estuvo entre mis favoritos del año pasado.
Desde tiempos de los grandes imperios de la historia se ha hablado de las características personales que distinguen a los grandes líderes.
De acuerdo con el autor, el mayor consejero del emperador Taizong le escribió una lista de 9 virtudes a cultivar y 10 vicios a evitar. De esta manera se fortalecerían las raíces de la cultura lo que haría al país más estable. Algunas de estas características sin duda siguen vigentes para formar a los mejores líderes en diferentes ámbitos. Veamos las primeras 5 con algunos detalles desde mi perspectiva:
Gentileza
Diferentes expertos en comunicación, negociación y liderazgo han comentado en innumerables ocasiones sobre el poder de este elemento. La amabilidad rompe barreras aunque a veces pueda tardar un poco de tiempo. No conozco algo que se pueda resistir a la cordialidad y buena voluntad. Con esto es más fácil alinear mentes, corazones y manos.
Consideración
De la mano con la gentileza siempre se presenta la consideración; el entender el valor de los demás y tomarlo en cuenta. Creo que aquí viene bien recordar a Dale Carnegie que decía que haremos más amigos interesándonos genuinamente en los demás que mostrándoles nuestros intereses en primer lugar. Interesarse en los demás genera cordialidad y apertura para construir más juntos.
Respeto
Creo que aquí no se necesita profundizar demás. El tomar en cuenta las opiniones de otros aunque no estemos de acuerdo y darle su importancia a todos por su calidad humana o de miembros del equipo genera confianza y compromiso positivo.
Prudencia
El buen líder seguirá la regla estoica de escuchar más de lo que habla. E igualmente será un tomador de decisiones reflexivo pues valora el peso de cada decisión y sus efectos. El mejor líder buscará tenerse siempre en dominio de si mismo.
Lealtad
Este concepto es clave en un buen liderazgo, entendiendo que las lealtades clave deben ser a la organización y su misión, después a sus clientes y a su equipo. El líder que confunde estos niveles o que mezcla la lealtad con complacencia ante malas prácticas en aras de una relación será un riesgo para su organización.
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