Prisa y urgencia parecen sinónimos a simple vista.
Pero creo que no lo son del todo. Hay una diferencia sutil e importante.
Podemos tener un ritmo frenético; ir a máxima velocidad y no estar yendo al destino adecuado o atendiendo lo que necesitamos de manera prioritaria. En ese sentido la prisa no sería de gran ayuda. Estaríamos malgastando recursos y reprocesando posteriormente.
Esta idea viene a mi mente por la lección del Coach John Wooden que me parece muy interesante para cualquier tipo de entorno de negocios o personal. El coach solía decir a sus jugadores en la práctica: "Be quick, but don't hurry". Traducido de manera literal recomendaba ser rápidos, pero no apresurados. La rapidez requiere un enfoque para ser efectiva. Es ahí donde entra la urgencia.
La urgencia indica que si no hacemos una determinada tarea tendremos consecuencias. Es algo que requiere atención inmediata y sobre todo si es un tema importante, relacionado a nuestros objetivos. La urgencia nos da además un ritmo continuo de ejecución y maximiza nuestra alerta.
John Kotter, profesor de Harvard y uno de los principales expertos en cambio organizacional, refiere precisamente que la urgencia es el primer elemento para provocar cambio de manera efectiva. Por eso estas dos palabras, rapidez y urgencia, me parecen una combinación interesante para nuestra productividad y efectividad. Nunca debemos mezclarlas con una prisa desenfocada.
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Imagen de Herbert Aust en Pixabay
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