Hoy celebramos en campus a nuestros profesores ya que el 15 de mayo a nivel nacional se reconocer a quienes se dedican a la formación en todo el país. Tuve oportunidad de ver sonrisas de nuestros colegas y un renovado compromiso al ver el fruto de su trabajo en el talento de nuestros jóvenes. También pude ver el orgullo reflejado en nuestros docentes al recibir reconocimientos por su desempeño en la encuesta semestral que los alumnos realizan a cada uno de ellos. Estas ideas me permitieron reflexionar sobre el alcance de esta vital labor en nuestra sociedad:
Comenté con nuestros docentes que en todo sentido somos arquitectos de futuro o diseñadores de vida. Nuestro conocimiento, capacidades y carácter deja huellas imborrables en nuestros alumnos. Esto nos confiere una gran responsabilidad de ser conscientes de como entregamos valor en cada intercambio con los alumnos. Cada clase, cada asesoría, cada retroalimentación y cada reto para hacer crecer a los alumnos cuenta. Debemos hacer de cada uno de esos momentos de la verdad algo excepcional.
El maestro fija los estándares de excelencia de su grupo con sus hábitos. Su puntualidad, su exigencia de calidad, su atención a los detalles quedarán grabados en sus alumnos como algo importante. Por eso debemos exigirnos primero nosotros mismos. Al prepararnos para cada nueva sesión, somos conscientes de como podemos crecer para multiplicar ese impacto positivo en las nuevas generaciones.
El éxito de la universidad y de cualquier organización nace de la formación y la cultura que vive su talento. El profesor es el primer líder para muchas personas. Por eso es fundamental reconocerlo pues su impacto va mucho más allá de un curso semestral o anual. El efecto de onda de sus enseñanzas se extiende por mucho tiempo y a muchas personas. Influir en como vemos la realidad para transformarla y crear mejores sociedades es un legado trascendente que define el valor de ser profesor.
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