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Miguel Angel Cardona

Ecuación de la perseverancia

Peter Hollins, autor de varios libros sobre desarrollo personal y divulgación de hábitos, describió la perseverancia como la coordinación entre diferentes partes de nuestro cuerpo. Para mí es el equivalente de una ecuación que debe respetar una secuencia para llegar a la solución óptima. Conforme leía su libro Cómo terminar lo que empiezas, inmediatamente asocié esta idea con el concepto de liderazgo y desarrollo de Álvaro González Alorda del que hablé hace unos meses (https://bit.ly/MiguelBlogPilaresCrece2).


Para Hollins la perseverancia para lograr nuestros objetivos es la suma de los siguientes elementos:


Concentración: Alojada en nuestra cabeza, desde ahí podemos tener siempre visibles el objetivo y las recompensas que obtendremos al trabajarlo de manera consistente.


Disciplina: Alojada en la columna vertebral, es lo que nos permite enfocarnos más allá de las distracciones para mantener en marcha nuestro esfuerzo. Me gusta mucho esta asociación del autor ya que en nuestra columna vertebral se aloja también buena parte de nuestro sistema nervioso que determina nuestra capacidad de atención. Una metáfora adicional de este concepto es que la columna vertebral en muchos sentidos le da estructura a nuestras acciones diarias, por lo tanto condicionando nuestros hábitos y efectividad.


Acciones: Para Hollins nuestras extremidades representan nuestra capacidad de ejecución. Es una idea importante ya que el objetivo claro en la primera fase y el compromiso con un sistema para lograrlo no serán nada sino hay pasos claros en dicha dirección. En muchos sentidos la perseverancia debe traducirse en movimiento, en progreso constante.


Persistencia: Hollins distingue este concepto alojándolo en el corazón. Aquí podemos conectar al autor con los conceptos de Empieza con el por qué de Simon Sinek o El Líder guiado por la visión de Michael Hyatt. Las acciones se mueven, se retroalimentan y se refuerzan siempre que respondan a un propósito valioso que sea conocido y promovido activamente al interior de la organización. Este propósito tanto tiene un qué relevante como un quién que refuerza la conexión de valor de la empresa hacia el mercado.


Cuando estos elementos están presentes y en interacción constante, el esfuerzo no solamente es resiliente ante las pruebas. También el esfuerzo se ancla en la voluntad de hacer algo trascendente. Y entonces el destino de la organización o del equipo de trabajo adquiere más significado. Practiquemos esta ecuación para movilizar mejor a nuestros equipos y a nosotros.


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Imagen de Taco Fleur en Pixabay





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