En cualquier momento la complejidad de un proyecto o un evento repentino puede paralizarnos.
Las emociones ante una situación límite pueden nublar nuestra capacidad de decisión.
Debemos entender que estas circunstancias son pasajeras. No podemos quedarnos estancados ante un cambio inesperado o un resultado distinto a lo planeado.
Paralizarse es dejar de evolucionar.
Paralizarse es dejar que se ancle el miedo en nuestro propósito.
Paralizarse es darle razón a la duda contra nuestra nuestras capacidades.
Cuando surgen estos trances que ponen a prueba nuestro carácter y capacidad podemos hacer cosas relativamente sencillas para recuperar la inercia:
Podemos escribir sobre nuestros sentimientos y las dudas que tenemos. Al escribir favorecemos el diálogo interno que también amplifica nuestra capacidad de análisis y solución.
Podemos respirar para reenfocar nuestras energías. El cerrar los ojos y procurar el silencio y solamente nuestra compañía puede ser un bálsamo útil para desahogarnos y renovarnos.
Podemos alejarnos de la situación por unos momentos. Al movernos y cambiar el contexto le damos a nuestra mente una liberación necesaria para reencuadrar el problema.
Lo más importante en cualquier momento de prueba es detonar nuestra capacidad de reiniciar nuestro movimiento productivo hacia la mejor solución.
Cadena de publicación 169/215
Comments