El temor nace de la incertidumbre. El dar un paso a lo desconocido nos incomoda pues nuestra mente está programada para buscar aquello que le es familiar. Eso nos hace sentir en control. El temor también es sentido de preservación en una de sus facetas pues busca evitarnos riesgos que se puedan volver una amenaza.
Pero el temor paraliza. El temor ahoga oportunidades.
Una de las formas más efectivas de acallar una duda o el temor es el sonido de nuestros pasos al avanzar hacia lo que nos hemos planteado. Un solo paso es la semilla para generar inercia que nos permita ir descubriendo el futuro conforme avanzamos. El punto clave es hacer de ese paso una secuencia ininterrumpida, disciplinada un día tras otro. Un dicho de un colega que me encantó es vivir constantemente "diciendo y haciendo". Sería una forma de traducir el "walk the talk" del inglés que nos invita a predicar lo que queremos con acciones concretas que demuestren nuestro compromisos.
Si nos enfocamos en nuestro avance de la jornada no solamente creceremos en seguridad y confianza. También estaremos ganando maestría en nuestra actividad lo que nos permitirá un mejor desempeño progresivo. Si queremos ser escritores, debemos generar cada día un párrafo, que a la vuelta del tiempo se volverán páginas que llevarán a un manuscrito completo. Si queremos ser un ejecutante competente de una disciplina deportiva o artística, necesitamos practicar hoy los básicos. Y repetirlos cada día para ir venciendo el temor al fallo y al rechazo.
Así que ante el temor, la receta siempre será la acción. Y cuando esa acción esté perdiendo fuerza, hay que reforzarla con más acción. Hay que generar la inercia que haga que nuestra maquinaria tome tal fuerza que nada la detenga. Sobre todo, hay que generar la energía para que nosotros jamás seamos el enemigo que siembre el temor o la duda en nuestros proyectos que esperan un curso de acción claro y a máxima velocidad.
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